El thriller de Netflix sigue el estereotipo del asesino serial y su búsqueda desesperada, sin detenerse en su perversa motivación. Luther, tropieza sobre sus propias pistas y se apresura en su conclusión final. Basada en la serie de televisión de la BBC, el largometraje de dos hora de duración tiene un potencial atractivo, que no trasciende. Con Idris Alba y Andy Serkis.
Se dice que la mente criminal de quien está dispuesto a ejecutar un delito tiene que estar acompañado de una motivación evidente, la cual actúa como fuerza impulsora de cualquier plan siniestro. Siempre en territorio cinematográfico, el guion le concede al villano un andar delictivo justificado por comportamientos sociales que el mismo sufre o que combate con su cuestionado perfil psicológico. Esta pauta, muchas veces absurda o estereotipada, sienta las bases de la motivación criminal y su consecuente persecución. Luther, tiene un extraño modo de seleccionar víctimas para luego aprovecharse de sus vergüenzas, algo que no está del todo mal sino fuese por el fallido y desmotivado plan maestro del asesino en serie. Dicho esto, la película no alcanza a convencer a pesar de su excelente manejo de cámaras y de una banda sonora que mantiene expectante cada secuencia.
Cuando el trastornado David Robey (Serkis) desata una serie de asesinatos en Londres, el detective en jefe John Luther (Elba) es llamado a resolverlos. Pero justo cuando la investigación se pone en marcha, sus pasadas decisiones se revelan al público, y rápidamente es arrestado. Una vez que escapa de prisión, Luther tiene la misión de atrapar al asesino, mientras es perseguido por su propio departamento policial. Con la ayuda de su antiguo y retirado jefe deberá unir las pistas que lo lleven a la madriguera de la mente criminal.
Inspirada en la homónima serie televisiva de 21 episodios, la película parece tener demasiado material con el que trabajar, ocasión que termina jugando una mala pasada por una sucesiva cadena de acontecimientos mal involucrados. Luther, parte de una trama sencilla y deja ver al criminal en su primer acto. Riesgo que la costosa producción está dispuesta asumir para enfrentar a sus dos personajes antagónicos. El problema radica en el villano. Serkis , conocido por sus papeles de captura en movimiento (Gollum, del Señor de los Anillos y King Kong) es un coctel de sonrisa y andar caricaturesco.
El guion le otorga la facilidad para secuestrar víctimas, y ocultarlas por un largo tiempo, como extorsionarlas bajo el pretexto de publicitar intimidades o delitos que están fuera del radar. Así, la “vergüenza” es el arma psicológica con la cuenta el criminal para apoderarse de sus voluntades y guiarlas a fines indeseados. Ante ello se puede decir que el estado de “rehén” de las víctimas” es inquietante pero de allí justificar un suicidio en masa es algo difícil de asimilar, más cuando la motivación de quien la ejecuta no está fundamentada.
Sin animo de generar spoilers, se puede decir que el plan maestro consiste en crear una “habitación roja” de transmisión en vivo para un grupo reducido de mentes perversas. La idea es que se visualice torturas y asesinatos de victimas inocentes pero la cuestión es algo confusa. ¿Por qué? y ¿Para qué lo hace?. Preguntas que llevan a la indefectible motivación del criminal, ausente aquí sin razón, derrumbando el ágil empleo de la narrativa. Entonces, lo que queda es el simple hecho de que el protagonista de caza al criminal sin pretexto alguno.
Ahora bien, la dirección utiliza una serie de trucos visuales bien elaborados que hacen que el film se vea realmente bien. Las diferentes tomas aéreas como algunas de sus localizaciones (la última en la nieve) dan carácter de majestuosidad. Pero lo cierto es que no hay ninguna toma que no se haya visto antes; las escenas de lucha son algo torpes y la tensión de la trama es impulsada por una competente banda sonora. En este aspecto se puede decir que el valor de la producción tiene altibajos que no puede levantar, incluso, en su acto final culminante.
Por último, se encuentra la labor protagónica de Idris Alba. El actor afroamericano , por el cual algunos piden como la nueva cara del agente 007, a juicio del que suscribe inapropiada por la edad de Alba (cerca de cumplir 51 años), entre otras cualidades, tiene una participación algo desalineada. Quizás la falta de pistas concretas con la cuenta la trama lo hayan privado en la determinación del personaje. Su labor aquí no es otra que perseguir bajo la oscuridad a un delincuente desmotivado, mientras busca redimirse de una promesa incumplida.