Disney apuesta a lo seguro y ofrece una historia familiar, alimentada por la nostalgia. Ewan MacGregor recrea un adulto Obi-Wan Kenobi en la serie de Las Guerras de las Galaxias. Disponible en Star+.
La Guerra de las Galaxias se ha transformado en un espectáculo por sí misma. Luego de la adquisición de Lucasfilm, por parte de Disney, la franquicia está explotando todos sus personajes de todas las formas posibles. Tiene una clara ventaja, tiene en sus manos una mina de oro, con universos por explorar, y un publico cautivo pendiente de cada estreno. The Mandolarian, fue la serie que marcó el camino, con un cazarrecompensas que ya ha tenido una breve participación secundaria en los primeros largometrajes de las Guerras de las Galaxias. A ella, le siguió “El libro de Boba Fett”, con similares resultados.
En esta ocasión, Disney vuelve sobre lo seguro, que es revivir la historia adulta de Obi-Wan Kenobi y el exterminio de los jedis. La nueva serie mantiene los escenarios de The Mandolarian y ofrece una historia familiar, alimentada por la nostalgia.
Obi-Wan Kenobi se reencuentra con los Jedi diez años después de Star Wars: Episodio III – La venganza de los Sith. Luego del exterminio de los portadores de sables de luz, Obi- Wan Kenobi se encuentra exiliado en el planeta desértico de Tatooine para vigilar a Luke Skywalker. Sus escasas interacciones con los lugareños resaltan la forma en que el tiempo ha cambiado a un hombre que alguna vez sirvió de guía en el consejo Jedi. Mientras los propios inquisidores de Darth Vader cazan a los Jedis restantes, Obi-Wan se ve envuelto en la acción cuando aquellos secuestran a una pequeña niña, para sacarlo de su ostracismo.
Como es habitual en cualquier serie de Disney, Obi-Wan-Kenobi se mueve dentro de una narrativa familiar. A sus logrados escenarios y vistosos personajes se le suma la presencia efectiva de Ewan McGregor, quien vuelve a vestir el traje de Jedi. Con un semblante cansino y temeroso, un adulto Obi-Wan lleva el peso de la narrativa lo que permite que la historia vaya cobrando impulso a medida que el personaje despeje sus miedos. En este aspecto, la serie apuesta a lo seguro, poniendo al protagonista en una situación de vulnerabilidad, para fundamentar su resurgimiento.
El Imperio está en su apogeo y los inquisidores son la nueva orden de la Galaxia. Bajo la directiva de Darth Vader, buscan asiduamente a Obi-Wan. La amenaza de aquellos, es quizás la parte más interesante de la historia. Con una fuerte presencia de los hombres de negro, la serie se desenvuelve dentro una zona de confort en lo que no tiene intenciones de salir. Esto no quiere decir que sea una repetición. Sino que replica situaciones y momentos ya vividos. La diferencia está en el cambio de personajes. Mientras que en The Mandolarian era Baby Yoda (Grogu) el que estaba en peligro, ahora es una joven Leida Organa ( Vivien Lyra Blair), cuyo secuestro sirve para sacar a Obi-Wan del escondite y enfrentarse a los Inquisidores. Sin embargo, la aclaración no es un reproche, la incursión de la niña es un acierto, solo que se mueve en un terreno conocido.
Dicho esto, los dos primeros capítulos de la serie gozan de una estética irreprochable. Si bien la producción parece haber aprovechado los escenarios de la ciudad de Tattooine (visto con frecuencia en The Mandolarian), la locación sirve para representar el exilio de Obi-Wan y su forzado retorno. Similar situación sucede en el capitulo segundo, donde las calles y tejados de la ciudad de Daiyu, configuran el peligro y amenaza a lo desconocido. Aquí es donde entra en forma la serie, con una serie de personajes que ilustran la saga de la Guerra de las Galaxias. Con todo, Disney parece seguir los lineamientos de la ingeniería mecánica japonesa. Esto es lo que funciona no se toca, con lo que Obi-Wan utiliza una nostalgia perfeccionada.