La tercera entrega del “olvidado” hijo de Apollo Creed no está al nivel de sus predecesoras. Con una ausencia palpable de Rocky, Creed III, se abre indefectiblemente a su propio camino con una narrativa poco seductora y una convincente dirección que brinda un entretenimiento asegurado.
Michael B. Jordan parece tener las cosa claras, el actor ( ahora devenido director) que interpreta al “olvidado” hijo de Apollo Creed, Adonis Creed, está decidido a transitar su propio camino. Con la notoria ausencia (con aviso) de Sylvester Stallone y cualquier reminiscencia hacia Rocky Balboa, la nueva cinta de boxeo toma el inevitable riesgo de continuar sin el alma de la franquicia. Como entretenimiento cumple sin exigencias con sus pulidas secuencias de boxeo pero flaquea en puntos centrales de su narrativa que pueden llevarla al desgaste de la historia.
Después de ostentar el título mundial de pesos pesados, Adonis Creed decide alejarse de los cuadriláteros y concentrarse en su vida familiar y promover a futuros boxeadores. En su gimnasio se entrena el campeón mundial de los pesados, título que se tendrá que revalidar próximamente y el que Adonis gestiona su promoción. Sin embargo, un amigo de la infancia y antiguo boxeador, Damian Anderson, (Jonathan Majors), resurge después de cumplir una larga condena en prisión, interrumpiendo la paz que Creed ha encontrado para sí mismo en su retiro. Ansioso por demostrar que merece su oportunidad en el ring, Damian crea problemas en las que solo se pueden solucionar arriba del ring. Ahora, Creed tendrá que enfrentar a un hombre que no solo tiene hambre de gloria sino que no tiene nada que perder.
Como preludio de lo que se dirá a continuación hay una serie de factores que bien pueden tenerse en cuenta y que inevitablemente balanceará en el animo del público adulto, estos últimos asiduos seguidores de la franquicia Rocky/Creed. La ausencia con aviso pero inexplicable de Sylvester Stallone como Rocky-primera película sin la parecencia del icónico personaje- hace que todo lo que luzca se mire de reojo, como una observación de prueba y comparación con sus anteriores entregas. Hay que decir que estos métodos son síntomas inevitables que funcionan automáticamente por culpa del legado exitoso de Rocky Balboa y su sana costumbre de presenciarlo en pantalla.
El otro condicionante es el arrastre de la historia que limita la eficiencia del guion. Aquí, Michael B. Jordan, en su doble rol- actor/director- cuenta con un guion poco seductor y su animo de ofrecer algo diferente en términos visuales termina sacrificando cierta cuota de emotividad. Esta sensación de humildad y grandeza ante la superación personal no debe ser comparada con las películas de Rocky y su explicación se debe a que la audiencia ya la ha comprado y no acepta imitaciones. Ello, no obstante, se ha tenido en cuenta en Creed III al matizar la sesiones de entrenamiento y otorgar un original uso de cámara lenta en las secuencias de boxeo.
Dicho esto, Creed III se balancea entre el pasado del protagonista, con la irrupción de un antiguo amigo boxeador, y un drama familiar que lo mantendrá alerta. Ninguna de las cuestiones tienen el impacto deseado y si bien son manejadas con criterio por la dirección e interpretes, nunca alcanzan el nivel máximo de de emoción genuina. En su defensa, se puede decir que el guion no colabora demasiado. Basta mencionar la oportunidad que tiene el amigo de Adonis, a pesar de que nunca ha boxeado a nivel profesional para luego enfrentarse al que detenta el título. Esta observación del esquema narrativo puede pecar de exagerado pero es justamente la grandilocuencia del oponente lo que ha caracterizado toda la franquicia y Creed III no lo tiene.
A pesar de ello, las actuaciones aquí son convincentes. Especialmente de Jonathan Mayors como Damian “Dame” Anderson, quién logra por momentos opacar a la figura de Creed con una interpretación matizada. En el cuadrilátero es donde mejor se desenvuelve la película ofreciendo una novedad en el desarrolla de las secuencias de combate. El uso, en ocasiones trascendentales, de la cámara lenta ofrecen una cuota de frescura y originalidad. La técnica utilizada recuerda al enfoque estilizado de las películas 300 y Sherlock Holmes con una dirección creativa solida. Pero, como toda novedad, puede que distorsione la fluidez constante y brutal que se requiere en las películas de boxeo en donde la materialización de la emotividad no requiere de esos trucos.
Michael B. Jordan parece encaminar el titulo de la saga en una cuarta entrega. Decidido a olvidar su pasado (la referencia a Rocky es nula) deberá encontrar más trucos que los visuales para suplantar el rendimiento de emotividad decreciente. Eso sí, Creed III cumple acabadamente como entretenimiento.