La secuela de 365 días ofrece más de lo mismo dentro de su vacía narrativa. Hace alarde de sus excesivos y atrevidos montajes sexuales y paga un precio muy alto: se tornan risibles. Disponible en Netflix.
En los tiempos modernos se evidencia una animosidad cinematográfica de ir más allá de lo imaginable. La audiencia parece demandar constantemente algo nuevo, algo que la sorprenda; que lo saque de su zona de confort y que haga vibrar sus sentimientos. Y parece que hay propuestas que están dispuestas a intentar contemplar aquellas supuestas peticiones. Las películas de suspenso erótico se han convertido en un entretenimiento masivo al confrontar los límites de la censura, con representaciones de sexo que exaltan y justifican diversas formas de control y dominación.
Ir más allá de lo permitido parece ser el camino del éxito y 365días lo explota con escenas sexuales que ocupan el ochenta porciento del tiempo de ejecución. El error no es aquel exceso. Es no saber contar una historia que transmita el erotismo que trata de representar. Así, la secuela de 365 ofrece más de lo mismo y al hacerlo perjudica su propia fantasía.
La primera parte de 365 días abordaba prácticamente un secuestro y la trama en resumidas cuentas era prácticamente así; una ejecutiva (Laura) de Varsovia es secuestrada por Massimo, un jefe de la mafia italiana, quién le da un año para enamorarse de él. En la secuela, Laura y Massimo están felizmente casados. Laura perdió a su bebé por nacer en el accidente durante el clímax de la primera película, lo mantiene en secreto de su nuevo esposo, quien, también no sabe que estaba embarazada. Su única confidente es su mejor amiga Olga, quién la acompaña en la nueva vida de lujos de la cual parece aburrirse. Una noche en una fiesta, Laura es testigo de una infidelidad y decide abandonar a Massimo. Desencantada, encuentra consuelo en lo brazos de un apuesto jardinero, mientras su esposo inicia su búsqueda.
365 fue controvertida y muy criticada porque se consideró como una glorificación del abuso. Parece ser que la vida lujosa de Massimo y su bella apariencia justificaban un delito tan aberrante como es el secuestro. Si bien es cierto los reproches, la historia tenía algo de sustancia dentro de su propia fantasía. La secuela tiene una escritura que puede catalogarse como espantosa. En esta segunda parte se trata de abordar los aspectos de su anterior premisa al entender que fue Laura quien decidió apostar en la relación.
Este cambio de actitud viene con la faceta, en principio, dominante de Laura. Ahora ella le reprocha las ordenes a Massimo, haciéndole saber que quiere tener una vida independiente a la de su esposo. No quiere ser una simple ama de casa y desea desafíos. Aquel accede obviamente y se somete a los juegos sexuales de Laura. En las escenas sexuales, que comprenden el 80 % del tiempo de ejecución, ella asume el control. Evidenciando que ya no es la prisionera de Massimo, sino su esposa.
Se puede decir que esta “corrección narrativa” va en perjuicio de la película en términos de entretenimiento. Los montajes sexuales, acompañados por diferentes clases de música pop, aunque atrevidos, son excesivos. Llegado un punto, la constante muestra de pasión de los personajes se vuele un tanto risible. No por lo que están haciendo, sino por la repetición de lo mismo. Llegado el momento el observador se preguntará si hay algo más para contar pero los realizadores no tienen respuesta para ello. Entonces, al festival de sexo, compras, cenas, paisajes y autos lujosos, aquí hay alrededor de 15 minutos de trama.
La irrupción de un tercer personaje que pone en jaque a la pareja resulta ser un despropósito. Al comienzo del film, Nacho, un apuesto jardinero, entra en escena para “consolar” a Laura. Pretende funcionar como un triangulo amoroso pero no cuenta con las herramientas actorales para lograrlo. Massimo y Nacho son apuestos, no hay dudas de ello y deben haber sido elegidos en función de lo bien que se ven en medio de un acto sexual simulado. Pero el estándar de actuación es increíblemente malo. Ninguno de los dos aporta credibilidad en las pocas situaciones dramáticas que tiene la película. Más, Massimo ( Michele Morrone) que no puede dar muestra de carácter cuando no está desnudo en escena.
El film cuenta con un giro revelador que no trasciende porque el guion no le da el tiempo necesario de maduración. Cuando llega, se torna ridículo y artificial perdiendo cualquier tipo de sorpresa. Pero a esta altura no creo que ello importe demasiado. Entre tanto montaje de sexo, paisajes y bellos autos , 365 días parece ser un videoclip para adultos con el agravante que es repetitivo y un tanto risible.
Película con falta de contenido, diálogo, demasiado soundtrack. No es posible que no expliquen nada de lo que pasa, y que a cada 5 segundos una escena de sexo, ok entiendo que es una película *erótica* pero hay una línea muy fina entre lo erótico y lo porno! Y esta película cruzo esa línea.